De modo que un pueblo pálido y azul
cimentado en el sólido frenesí marino,
es pura heredera del día destruido
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Yo la quise, y a veces ella me quiso,
antes que tú poblaron la soledad que ocupas
apegada a mis brazos como una enredadera
torcido hacia la muerte del delgado día,
como el trigal y el sol, la amapola y el agua,
eres más que esta blanca cabecita que aprieto.
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