Jugando con Neruda

Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas

y estás como quejándote, mariposa en arrullo.

Apegada a mis brazos como una enredadera,

a tus ojos oceánicos.

Para mi corazón basta tu pecho,

para tus manos suaves como las uvas.

Es la mañana llena de tempestad,

desde mi boca llegará hasta el cielo

estival, el velero de las rosas dirijo.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.


M. D. & L. F.

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