Elena Hernández Álvarez


Animados: Cebras y jirafas, un hombre y un perro.

Inanimados: Coca-Cola y un teléfono. 

Toby y Forest

Habían pasado muchas horas. Ya no sabía qué más hacer, había perdido el sentido del tiempo y el espacio.

Por intuición, sabía que se encontraba lejos pero no exactamente dónde. Lo único que divisaba era tierra y arbustos. Se quitó la chaqueta, estaba sofocado, se le apetecía una Coca-Cola.

Sólo recordar la huida de la ciudad de Marrackech unas horas antes le provocaba agobio. Al levantarse, recordó los rasguños que le habían ocasionado los diferentes arbustos. Se miró el pie. Nada preocupante que pusiera en peligro su integridad física.

Tenía que encontrar a Toby en el tiempo establecido por los jeques. Jamás hubiera pensado que un perro podía ocasionar tal crisis política en un estado.

En ese momento se percató de que no tenía el teléfono; seguramente se le había caído en la huida.

Se dispuso a andar. Poco a poco, empezó a percibir el lugar en el que se encontraba: El desierto del Sháhara. Pudo observar jirafas y cebras a escasos metros de él, lo que no sabía era que todo aquello era fruto de su imaginación. No beber agua le estaba generando pareidolia.

Tras apenas dos kilómetros caminados, escuchó un claxon (proveniente de un Buggy). Montados en él había dos hombres de los que pudo intuir que no conocían lo que había sucedido pocas horas antes. Le invitaron a subirse en el coche, en ese momento, decidió recuperar a Toby, salvar a Marrakech y vencer la prohibición de que los perros no puedan defecar en cualquier calle del mundo.

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