HOY PUEDE CAMBIAR TODO

Una mañana como otra cualquiera, todo se disponía a ser monótono. De repente, alguien tocó mi puerta, corrí como si no hubiese un mañana para evitar que el sonido del timbre despertara al pequeño Darío. Abrí la puerta y al ver que no había nadie decidí cerrarla, pero en ese mismo instante vi un sobre blanco en el rellano. Me agaché, la cogí y cerré la puerta. Me senté en el sofá y descubrí lo que el sobre me deparaba. Había sido seleccionada como ganadora de una sesión de fotos en familia esa misma tarde. Corriendo llamé a mi marido para enmarcar en recuerdos fotográficos la mejor etapa de nuestras vidas, ser padres. Eran las cinco de la tarde y estábamos todos preparados, después de muchos meses sin ver una pizca de claridad, por fin podíamos sacar de nuestros roperos nuestras mejores galas y esta vez nos acompañaría el pequeño Darío, nuestra razón de sonreír cada día. Llegamos al lugar y nada más entrar me enamoré de un photocall que resaltaba entre todos los demás, ya que tenía bonitas flores de color lila con macetas en color plata. Ya había decidido que una de nuestras mejores fotos las quería ahí. Entre foto y foto en mi mente fueron aflorando recuerdos del pasado y al finalizar la sesión me viré hacia mi marido y le dije con firmeza: ningún problema es tan grave si nos tenemos los unos para los otros. Y desde ese día sustituimos las lágrimas de tristeza por las de felicidad, la seriedad por sonrisas, el silencio por la música, y de esta manera, poco a poco nos convertimos en la familia que en un momento dado éramos. 

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